Con ustedes la gran Mariana de Borja, música, bailarina y actriz de la escena barroca
La riqueza cultural del Siglo de Oro español nos ha legado los nombres de grandes dramaturgos.
Sin embargo, dejando de lado el inmenso valor literario de los textos de las obras, resulta apasionante sumergirse en la forma en que se ponían en escena en el momento en que se escribieron y descubrir a esos otros personajes, los que no han pasado a la historia en letras tan grandes, como son los actores que las interpretaban o los músicos y cantantes que aportaban su música al drama.
Porque en el teatro barroco nunca faltaba música.
Entre todos los nombres que aparecen aquí y allá en los documentos de la época o en eruditos estudios posteriores, surge, brillando con una intensa luz propia, el nombre de Mariana de Borja, una de las figuras más polifacéticas de las tablas del siglo XVII.
“La Borja”, como era conocida artísticamente, además de actriz, cantaba y bailaba en escena, y, por si fuera poco, tocaba con destreza el arpa.
Es sin duda uno de esos personajes apasionantes y maravillosos que se quedan en las cunetas de la historia, pero que merece la pena conocer en la medida de lo posible.
Mariana era música de oficio, un gremio que comienza a asociarse con la escena en España a mediados del siglo XVI, cuando surgen las primeras compañías profesionales, pero que en el siguiente se funde definitivamente con ella, gracias a las grandes exigencias musicales que desarrolla el teatro en la época.
Esta necesidad de incorporar elementos musicales en las obras es todavía más imperiosa en el caso de las representaciones teatrales de la corte, verdadera cuna del teatro musical español, como apunta María Asunción Flores Asensio (Músicos de las compañías que residen en esta corte:músicos y empresa teatral en madrid en el Siglo de Oro, 2010), y, dado que los músicos de las instituciones de la Casa Real rara vez se implicaban en estos eventos, las ejecución de la música escénica corría a cargo de los intérpretes de las compañías teatrales.
De ahí que los mejores fuesen muy solicitados y recibiesen altos salarios.
A pesar de esta demanda de músicos, en las obras ocupaban un papel secundario, detrás de los actores protagonistas y de los cantantes.
Generalmente, en los textos se alude a ellos genéricamente como “músicos” o interpretan papeles muy de segunda fila, como ciegos, barberos o sacristanes.
Esto, sin embargo, no aplica para la mujer que nos ocupa, que desarrolló su carrera profesional como tercera y cuarta dama de las principales compañías que trabajaban en Madrid.
Aunque hay cierta confusión sobre sus orígenes, parece lo más probable que Mariana de Borja fue hija del arpista Antonio de Borja.
Lo que sí parece cierto es que se crió en el mundo de la farándula y que llevaba la escena en sus venas.
En su faceta de actriz se especializó en papeles cómicos, ejerciendo como tercera dama o “graciosa”.
Sobre su habilidad como cantante, existen numerosos testimonios que destacan la belleza y potencia de su voz.
Su carrera pudo tener sus comienzos hacia 1651 y lo cierto es que en 1652 aparece como cuarta dama en la compañía de Mariana Vaca, en la que trabajaba igualmente su marido, el actor Bartolomé Romero, apodado el Mozo.
Entre 1653 y 1659 figura en la compañía de Diego de Osorio, también como cuarta dama y arpista, o como “música y representanta”.
Osorio parece ser que apreciaba sobremanera la forma de tocar el arpa de Mariana.
En los años 1661, 1669, 1672 y 1673 trabaja en la compañía de Antonio de Escamilla.
Y más: en 1662 es contratada por Simón Aguado y Juan de la Calle, y entre 1663 y 1664 figura en la compañía de José Carrillo, como tercera dama.
De 1665 a 1667 actuaba en la compañía de Francisco García el Pupilo y en 1671 en la de Félix Pascual y Agustín Manuel.
Entre 1674 y 1676 aparece en la compañía de Manuel Vallejo y, finalmente, en 1679 en la de su segundo marido, Cristóbal Caballero.
El primero, Bartolomé, murió en 1653.
Una carrera teatral espectacular, mayormente desarrollada en la villa y corte.
Además, Mariana solía frecuentar las fiestas y celebraciones palaciegas.
Ya en 1651 aparece como Segunda Voz en una loa que escribió Antonio de Solís para la comedia de Calderón de la Barca Darlo todo y no dar nada, que fue representada con motivo de la “fiesta de los años, del parto y de la mejoría de la Reyna nuestra Señora”.
Y son muchos más los eventos cortesanos en los que participó, dado que fue muy apreciada por la realeza
Resulta curioso el uso de motes entre los actores y actrices del Barroco, un aspecto que ha estudiado concienzudamente Mimma de Salvo de la Universidad de Valencia (Apodos de los actores del Siglo de Oro: procedimientos de transmisión, 1998).
De acuerdo con sus investigaciones, las actrices recibían su sobrenombre por dos vías: como hijas de cómicos podían adoptar el apodo y el apellido de la madre o el padre; como esposas también podían llevar el apellido o apodo de su marido. De esta forma, concluye Salvo:
“Es el caso de Jerónima de Sándoval ‘la Sandovala’, hija de Jerónimo Sandoval; de Ana Falcón ‘la Falcona’, hija de Jaime Falcón; María Calderón ‘la Calderona’, hija de Luis o Cristóbal Calderón; Mariana de Borja ‘la Borja’, hija de Antonio de Borja; o el ejemplo arriba citado de Lucía de Salazar, ‘la Salazar’; o el caso de Antonia Francisca de Morales ‘la Guinda’, hija de Pablo de Morales ‘el Guindo’; Francisca Monroy ‘la Guacamaya’, hija de Antonio de Monroy ‘el Guacamayo’; María de Villaviciencio ‘la Chamberga’ hija de Carlos de Villaviciencio ‘el Chambergo;’ de Juana, María, Manuela y Francisca Blanco, todas apodadas ‘la Ronquilla’ y todas hijas de Juan Blanco, ´el Ronquillo´.”
Otro rasgo interesante de las actrices barrocas es que a menudo aparecían en escena con sus verdaderos nombres.
Valga como ejemplo este fragmento de una loa que precedía a la comedia La mejor flor de Sicilia, santa Rosolea de Agustín de Salazar.
Las loas en la escena del siglo XVII eran pequeños diálogos que precedían a la obra en sí y que incluían música de guitarra, vihuela y arpa.
En el siguiente ejemplo, entra La Borja con nombre propio:
Manuela:
Porque Madrid
tiene tantos raros extremos
que a muchos les quita el juicio,
pero a los más les ha vuelto.Sale Mariana de Borja.
Borja:
Tan cierto es eso que yo
soy ya Mariana, y no Orfeo,
porque si Orfeo bajaba
desde el tenaro al infierno,
estando en Madrid, yo digo,
que desde Madrid al cielo.
Genio y figura hasta el final, pues murió un año después de retirarse de las tablas, en 1681.
Muy interesante. Sobre «la calderona», leí un comentario en un blog que sugería si podría ser la Marizápalos de la canción barroca pues la apodaban también «Marizápalos». En otro comentario respondían que tal vez Marizápalos fuese un mote relativamente común en el Madrid del XVII. En todo caso sería interesante averiguarlo.
Lo de “música y representanta” es genial. ¡Feminismo causando estragos en el lenguaje 300 años antes del feminismo! Jajaja
Una crítica: En un blog de la altura cultural de este habría que mantener el uso y propiedad de la lengua a la misma altura. «No aplica para…» da mucha grima. Las traducciones del inglés al español «panchito» son siempre horrorosas. Aplicar NO es un verbo intransitivo. Siempre se aplica algo a algo, o sea, que lo correcto sería «no se aplica a la mujer…».
Cuando leamos una expresión en otro idioma y no sepamos cómo se dice en el nuestro, o busquémosla en Wordreference, Linguee o algún diccionario similar, verifiquémosla en una fuente fiable como la RAE o la Fundéu, o no la usemos, que se puede decir perfectamente «Esto no vale para la mujer…» o cualquier otra expresión equivalente.