La música en la corte del Rey Sabio
El reinado de Alfonso X el Sabio marca un hito dentro de la historia de la música medieval española.
Su más grande legado, las Cantigas de Santa María, constituyen un testimonio fiel de la música que se interpretaba en el siglo XIII, pues si bien se trata de canciones de corte religioso, incluye no pocas influencias de la música seglar trovadoresca que se estilaba en las cortes toledana y sevillana.
Se trata de un periodo de esplendor de la cultura y de las artes sin comparación en la Edad Media española.
No es de extrañar, sin embargo, el gusto que el Rey Sabio desarrolla por la música.
En la corte de su padre Fernando III -que pasó a la historia como san Fernando- recalaban todo tipo de músicos y poetas, muchos procedentes de Occitania, pues era primo de san Luis de Francia, gran mecenas de las artes musicales.
No obstante, junto con los franceses, también frecuentaban sus salones los trovadores gallego portugueses, con sus cantigas de amigo, de escarnio y de maldizer.
Por si estas influencias musicales fueran pocas, Fernando contrajo matrimonio con Beatriz de Suabia, la que fuera madre de Alfonso, que aportó a la vida cortesana castellana la presencia de los Minnesánger, el equivalente alemán a los trovadores provenzales.
Se explica por tanto la pasión por la música que acompañará a Alfonso X desde niño.
Frente a esta visión del rey Fernando, Carlos Alvar (Poesía y política en la corte alfonsí, 1984) contrapone la opinión de que el monarca no gustaba de la moda en boga en Europa en torno a a la lírica cortesana y el amor cortés y que cerró Castilla a tales influencias durante su reinado.
Dos son sus argumentos para apoyar esta tesis.
Por una parte, la escasez de testimonios trovadorescos relacionados con Fernando III.
Sostiene Alvar que solamente existe constancia de la presencia de dos trovadores provenzales durante su reinado y que además estuvieron allí en calidad de cruzados, no de poetas: Savaric de Manleo y Urc de Sant Circ.
La otra evidencia que esgrime Carlos Alvar es el prestigio de que goza Alfonso X como mecenas de poetas, que, a su juicio, vendría por un cambio radical en el estado de cosas que se produce al abrirse la corte a los trovadores.
En cualquier caso, el propio testimonio de Alfonso da cuenta de la sensibilidad musical de su padre, al describirlo en Setenario:
“…e pagándose de omnes cantadores et sabiéndolo él fazer; et otrosí pagándose de omnes de corte que sabían bien de trobar e cantar, et de joglares que sopiesen bien tocar estrumentos, ca desto se pagava él mucho e entendía quién lo fazían bien e quién non.”
Cuando Alfonso sube al trono castellano en 1252, su corte hereda la efervescente vida musical que tuvo la de su padre.
La presencia de trovadores gallego portugueses y provenzales es continua, así como la de juglares de Castilla y otros venidos de distintos puntos de Europa.
Entre los occitanos, podemos destacar los nombres de Guillem de Ademar y de Guiraut Riquier, que compusieron canciones dedicadas al monarca.
Existe también constancia, a través de las miniaturas que acompañan las Cantigas, de la presencia de músicos árabes y judíos, si bien Higinio Anglés (Las Cantigas del rey Alfonso el Sabio, fiel reflejo de la música cortesana y popular de la España del siglo XIII) sostiene que estos nunca participaron de la composición de estas loas a la Virgen y que se limitaban a ser meros ejecutantes.
La música estaba muy presente en esta y otras cortes medievales, tanto en un plano lúdico, a través de la danza y los juegos, pero también asociada a la escucha del recitado de los cantares de gesta e incluso de piezas instrumentales durante la comida, como en las ceremonias del culto y en la exaltación de la fe.
Sin duda el mayor legado musical de este monarca son las cantigas en honor a la Virgen o que relatan sus milagros.
Cantigas en gallego y cantares en castellano, incluyen además del texto poético la música que lo acompaña, lo que pone a nuestra disposición una muestra compuesta de 423 piezas de la poesía religiosa popular que se hacía en Europa en el siglo XIII.
La deuda las Cantigas con la poesía trovadoresca occitana se manifiesta a través de sus modelos métricos y melódicos y, sin embargo, Alfonso X muestra una clara actitud “anticortés”, como lo define Antoni Rossell de la Universidad Autónoma de Barcelona (La imitación métrico-melódica y los procesos intertextuales e intermelódicos en las Cantigas de Santa María de Alfonso X el sabio, 2005).
El carácter profundamente religioso del monarca le lleva a rechazar la poesía amatoria de los trovadores, entendemos que por considerarla inmoral y disoluta.
El extenso repertorio de la Cantigas da cuenta del trabajo de numerosos trovadores y músicos que trabajaron en la creación de este ciclo de piezas al servicio del monarca.
Sin embargo, parece que también el propio Alfonso ejerce la autoría de algunas, no limitándose a la labor de mecenas e inspirador.
Sobre este particular, tenemos el testimonio de fray Juan Gil de Zamora, consejero de la familia real en asuntos musicales, cuando dice de Alfonso que “siguiendo el ejemplo de David compuso para honor de la gloriosa Virgen muchas y hermosísimas melodías”.
Las Cantigas, nos dice Higinio Anglés, están imbuidas de un espíritu popular, alternando la voz solista con la del coro, al modo de virolais y rondeles.
Alfonso X apreció su magna obra en loor de la Virgen María por encima de cualquier otra de forma que dejó escrito en su testamento que las Cantigas tenían que guardarse en aquella iglesia donde él fuese enterrado:
“Otrosi mandamos, que todos los libros de los Cantares de Miraglos e de Loor de Sancta Maria sean todos en aquella eglesia ó el nuestro cuerpo fuere enterrado, e que los fagan cantar en las fiestas de Sancta Maria e de Nuestro Sennor.”
Grasias por ayudarme con los deberes 🙂
Alfonso X, conocido también como «el Sabio», era hijo del rey Fernando III y de su esposa la princesa Beatriz de Suabia. Alfonso X fue rey de Castilla y León entre los años 1252, cuando murió su padre, y 1284, cuando murió él. Pasó su infancia lejos de la Corte, en las tierras gallegas, al cuidado de una importante persona de la nobleza, llamada García Fernández de Villamayor. Allí aprendió las cantigas.
En 1231, cuando Alfonso sólo tenía diez años, participó en una larga marcha a caballo hacia las tierras de los moros. La muerte de su madre, en el año 1235, dejó una profunda huella en Alfonso. En 1240, su padre Fernando III, decidió poner a su hijo Alfonso nada menos que una casa propia. En su etapa de príncipe heredero, Alfonso, combinando la diplomacia y las armas, logró la unión del reino taifa de Murcia a la Corona de Castilla. En el año 1243 se envió una embajada castellana, dirigida por Alfonso X, a las tierras murcianas. En la localidad de Alcaraz se firmó un pacto entre los dos bandos, el cristiano y el musulmán. El taifa cristiano se comprometía a entregar parias (un tributo que se pagaba en la Edad Media) a la Corona de Castilla, a cambio de ser protegido por los cristianos. Aquel pacto, sin embargo, fue mal visto por un sector de la población musulmana de las localidades de Cartagena, Lorca y Mula, lo que obligó al rey Alfonso X a actuar militarmente para conseguir dominar esas revueltas. En 1245 las tres localidades se habían rendido definitivamente a los cristianos.
Una vez en el Trono, Alfonso X siguió la labor desarrollada por su padre en las tierras de Andalucía. Entonces en el año 1262 se apoderó de Cádiz, y después del antiguo Reino de Niebla, una parte de la actual provincia de Huelva. Asimismo, en el año 1260, Alfonso X puso en marcha una expedición dirigida hacia las tierras del norte de África, en donde las tropas cristianas llegaron a conquistar la ciudad de Salé, aunque al final terminaron abandonándola. Unos años después, concretamente en 1264, tuvo lugar tanto en las tierras de la Andalucía Bética como en el Reino de Murcia una fuerte levantación de la población mudéjar. Una vez manejada aquella peligrosa revuelta, el rey ordenó la expulsión de los mudéjares de las tierras de la Andalucía Bética. Tras aquella medida quedaron en Andalucía muy pocos mudéjares.
Alfonso X aumentó el conocimiento de la música, de los juegos, sobre todo del ajedrez, e incluso de las artes plásticas. Tristemente, el rey murió en Sevilla en el año 1284. Los restos mortales de Alfonso X fueron depositados en Santa María de Sevilla, cerca de los de su padre Fernando III, y de los de su madre, Beatriz de Suabia.