Sebastián Aguilera de Heredia, el organista de la Seo de Zaragoza
Para algunos el aragonés Sebastián Aguilera de Heredia es el digno sucesor de la grandeza de Antonio de Cabezón en el campo de la música para tecla española; para otros, sus aportaciones a la historia de la música no son excesivamente originales pero influyen en los grandes organistas del barroco español como el sevillano Francisco Correa de Arauxo.
Lo cierto es que el primer organista del siglo XVII de la Seo de Zaragoza bien puede constituir el eslabón que conecta la técnica de la tecla del Renacimiento con la de los siglos posteriores.
El siglo XVII es una época en la que la escuela orgánica española presenta un relevante florecimiento, principalmente por las competencias exigidas para ocupar la plaza de organista en las iglesias, que impulsaron la gestación de profesionales de la tecla altamente cualificados. Francisco José León Tello lo expresa con las siguientes palabras en la obra Historia de la cultura española de Ramón Menéndez Pidal:
“Nuestros instrumentistas no fueron sólo tañedores: compusieron un rico repertorio de obras de diversa disposición en las que se pone de manifiesto la evolución de la polifonía; maestros en la escritura contrapuntística, contribuyeron poderosamente al desarrollo de la armonía.”
Sebastián Aguilera de Heredia, nacido en 1561, inicia su carrera en Huesca, primero como organista de San Pablo y desde 1585 ejerciendo como tal en la catedral de la ciudad. Fueron estos dieciocho años muy fructíferos en su actividad compositora.
No obstante, en 1603 es nombrado organista de la Seo de Zaragoza, al morir su predecesor en el cargo, Juan Oriz. Un puesto de singular importancia para un músico de su época. Da cuenta de su prestigio profesional el hecho de que se le dispensa de la asistencia a las horas del oficio litúrgico en el coro, excepto los días más solemnes, como atestigua un acta del templo de 1605:
“Atendido que mosén Sebastián Aguilera es persona eminente en el ministerio de organista y que la iglesia le desea acomodar en lo que pudiere, le hacen merced de eximirle de la obligación de residir en el coro en las horas canónicas, con tal, empero, que no haga falta en los días solemnes en los cuales se hubiere de tañer el órgano… y asimismo que el Cabildo irá viendo dónde le podrá acomodar de casa para adelante.”
Era ésta una medida utilizada para premiar e intentar retener el talento de los músicos más valorados y considerados.
Sobre la calidad de Aguilera como compositor, destaca Santiago Kastner en su obra Contribución al estudio de la música española y portuguesa (1941) las siguientes virtudes técnicas de sus composiciones:
Una lógica y clara construcción que no resulta árida ni cerebral.
- Tendencia a concentrarse en un solo tema, eludiendo las divagaciones temáticas.
- Cultivo de la forma en dos o tres secciones, en las que el tema unitario a aparece diferenciado y modificado por otro ritmo y otros valores, variando también el compás de sección a sección.
- Generosa riqueza armónica y cromática sin perder por ello la sobriedad.
- La técnica le sirve para fines expresivos pero no para exhibir destreza o mecanismo.
- Sencillez en la expresión musical con un lenguaje noble y equilibrado.
Asimismo, Sebastián Aguilera de Heredia también aportó en el campo de la polifonía vocal cuando compuso en 1618 un conjunto de treinta y seis magníficats titulado Canticum Beatissimae Virginis deiparae Mariae. El magníficat era una pieza cantada interpretada antes de las misas en festividades religiosas extraordinarias y estaba basado en un pasaje bíblico del Evangelio de San Lucas que comienza «Magnificat anima mea Dominum».
Aguilera envío esta obra a distintas catedrales y cabildos de España y recibió por ello importantes donativos de los destinatarios.
Ejerció de organista de la Seo hasta su muerte en 1627, es decir, durante veinticuatro años, convirtiéndose en una figura de primer orden en la historia de la música para tecla española.
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