Aproximación a la llamada Música Antigua
Permitidme que publique hoy una pequeña reflexión sobre cual debería de ser, en mi modesta opinión, la actitud del oyente del siglo XXI ante las páginas musicales de lo que se ha convenido en denominar Música Antigua.
Como toda clasificación temporal de la Historia de la Humanidad no deja de estar sujeta a una cierta indefinición de sus límites.
Dejo, pues, que cada uno de vosotros trace sus propias fronteras.
La Música Antigua fue concebida por artistas inmersos en una sensibilidad distinta de la nuestra cuyas obras son fruto de una estética diferente y que nacieron enmarcadas en una sociedad alejada en muchos aspectos de la actual.
En consecuencia los afanes cotidianos de aquellos músicos nada tenían que ver con los que a nosostros nos inquietan, preocupan, o interesan.
Por tanto no podemos ni debemos esperar que nuestra reacción a la escucha de esas obras sea idéntica a la que producía en sus creadores y coetáneos, pretensión innecesaria y baladí.
Por el contrario, si no nos empeñásemos en exigirle a los compositores de la Música Antigua que nos hablen en el lenguaje del siglo XXI, prescindiésemos de ciertos hábitos musicales que hemos adquirido de manera mecánica y olvidásemos por un momento algunos de los numerosos prejuicios estéticos que flotan en el ambiente musical de hoy, carentes, además, de bases teóricas sólidas, podríamos llegar a descubrir los indudables valores estéticos que encierra la Música Antigua.
Una música que requiere de nosotros, cuando no nos lo exige, que realicemos una escucha atenta, paciente y pausada.
Lo más alejada posible de ese afán por pretender encontrar la sorpresa espectacular, efímera, como si de fuegos artificiales se tratase, a la que sin duda estamos tan acostumbrados hoy en día.
Una escucha con el ánimo sosegado, alejado del trajín, las prisas y las urgencias que todo lo contaminan en nuestros días.
Una escucha que logre, en consecuencia, que seamos acunados, mecidos y confortados por la densidad humana e ideológica del contenido de esa MÚSICA, con mayúsculas y por la belleza de su lograda expresión artística.
Y lo que es más importante: que de ella alcancemos la emoción inolvidable, el placer emotivo.
Tantos y tantos momentos de placer que duermen en las viejas partituras y códices a la espera de que artistas de hoy los despierten y todos juntos, compositores, intérpretes y auditorio alcancemos el punto de encuentro atemporal de la suprema armonía.
Algo que no entiende de calificativos temporales, antiguo, moderno, arcaico, sino que sólo admite uno: Eterno.
Fuente: Revista Clasica2
Fantástico relato sobre la música antigua. Estoy totalmente de acuerdo con ustedes. Sigo diariamente sus publicaciones, agradecido.
La música antigua, es un tesoro, y ustedes están contribuyendo a que alcance el lugar que le corresponde.
Saludos y mil gracias
Me atrevería a añadir que la música antigua tiene algo divino, quizás no se pueda ni llegar a explicar con palabras, sólo sentirlo.
Gracias Srs. de musicaantigua.com
Interesante y excelente reflexión.