Unos raros timbales Stradivari salen a subasta
Los instrumentos –también conocidos como tambores cacerolas– han estado perdidos un siglo aproximadamente tras haber sido construidos por el maestro luthier cremonense Antonio Stradivari, cuyos violines, violonchelos y especialmente violas se venden ahora por millones o incluso decenas de millones de dólares.
Los tambores fueron redescubiertos a finales del pasado año en el Vaticano por el cardenal Johannes Feddersen durante un inventario de rutina de los útiles de las cocinas.
Los dos cuencos de cobre, de 26 y 29 pulgadas de diámetro, han estado ocultos durante décadas detrás de un montón de cacharros de hacer pasta y máquinas de rellenar canelones.
Al parecer, los cuencos habían sido utilizados pero no para hacer música sino las sopas favoritas del Papa Honorio V a principios del siglo XIX, un natural de la Toscana cariñosamente conocido como Il Papa Zuppa, el Papa sopa, debido a su afición a los tortellini en caldo y pesce d’aprile, una sopa fría de postre a base de pescado sueco.
“Es un descubriendo asombroso”, dice el timbalero principal de la Metropolitan Philharmonic, David Sheppard, que ha supervisado la limpieza y restauración de los instrumentos.
“Una vez que hemos podido eliminar las trazas restantes de pasta y parmesano, todo lo que quedaba por hacer era colocar y ajustar los parches de piel de becerro.
En realidad, hemos encontrado el ganado en el mismo bosque donde Stradivari se proveía de madera para sus violines.”
El valle Fiemme en los Alpes italianos es conocido por los historiadores como Il Bosco Che Suona, o el Bosque Musical.
Son varios los misterios que tienen perplejos a los musicólogos desde la aparición de estos supuestos tambores: ¿Por qué Stradivari hizo timbales? ¿Hizo algunos más? ¿Y por qué cayeron en desuso?
Algunas respuestas parecen haber estado ocultas a la vista en una obra musical que ha intrigado a los estudiosos desde el renacimiento del barroco hace ya casi un siglo.
Durante décadas, los musicólogos han asumido que uno de los más inusuales de los más de 500 conciertos de Vivaldi, “Il Cammelo” (El camello) en sol mayor, era para contrabajo.
Su característica más curiosa es que la parte solista constaba solo de dos notas, sol y re, tocadas una y otra vez.
Los biógrafos de Vivaldi habían asumido durante mucho tiempo que la obra había sido compuesta para un noble veneciano y fagotista aficionado de escasos recursos técnicos llamado Gianluca Wimpani.
Ahora parece que la W de la portada era equivocada y que sustituyó a una T correcta por culpa de un copista hace tiempo.
“Esto hace aparecer la obra bajo nueva luz,” indica Sheppard, que tocará la obra con los timbales Stradivari con la Metropolitan Philharmonic durante la Governors Island Beach Bach Brunch en junio.
“Y esto explica el subtítulo. Durante el siglo XV, los mongoles y los turcos tenían sus ejércitos equipados con timbaleros montados en camellos. Era el uso de los tiempos.
La obra también contiene la clave de su composición y su estreno: gracias a las marcas grabadas en los tambores, los estudiosos piensan ahora que Stradivari las hizo a mano especialmente para Giorgio Della Giungla, un aventurero, hombre fuerte y músico al que Stradivari se refiere en su diario como “amico per te e me” (amigo tuyo y mío).
“Della Giungla tocaba numerosos instrumentos y bastante bien, pero era más conocido como conductor de elefantes,” dice B. Reid Morris, especialista en simbología de la Universidad de Yale.
“No hay registro de él como camellero.”
Los timbales Stradivari parecen haber quedado fuera de uso cuando, tras repetidas colisiones mientras se balanceaba de árbol en árbol en las vides del querido Bosque Musical del constructor de instrumentos, Della Giungla tuvo un choque fatal contra un venerable sauce.
“La gente trató de advertirle”, indica Morris, “pero como de costumbre era ya demasiado tarde.”
Se desconoce cómo llegó a adquirir el Vaticano estos tambores.
Lo que es seguro es que fueron guardados tras la muerte de Honorio V y la elección del Para Honorio VI, que prefería la cocina más apreciada de su Milán natal.
Las preguntas clave que se mantienen son: ¿Los timbales Stradivarius suenan tan hermosos como sus violines? ¿Vale la pena los gastarse los 10, 20 o incluso 30 millones de dólares que podrían alcanzar en la subasta?
“Solo tienes que escucharlos”, dice Sheppard. “Cuando toco Así habló Zaratustra con la Filarmónica, juro que me siento como Itzhak Perlman. Solo que más fuerte y al fondo de la orquesta
Qué bueno, casi parece de El Mundo Today…
Nunca deberían salir a subasta
Vlamir Devanei Ramos UEEE
Vas maestra 😀 Nallely Vergara 😉