El Libro de Tonos Humanos. La música profana de los carmelitas
El tono humano es el género barroco más representativo de la música española secular vocal del siglo XVII.
En la primera mitad del siglo eran piezas a dos, tres o cuatro voces acompañadas de bajo continuo, pero después van adquiriendo una estructura monódica.
Se trata de piezas muy relacionadas con las formas poéticas y que, a menudo, ponen música a estructuras métricas como las endechas, las letrillas, las seguidillas o los romances, con o sin estribillo.
Existen numerosas fuentes de tonos humanos en forma de recopilaciones de piezas o cancioneros, que han llegado a nosotros.
Podemos hablar del Cancionero de Turín, del de Olot, del de la Casanatense o del de Lisboa.
Mención especial merece el Cancionero de Sablonara, una compilación llevada a cabo por el copista o “puntador” de la Capilla Real Claudio de Sablonara en 1625, como regalo para Wolfgang Wilhelm, Conde de Neuburg y Duque de Baviera, que pasó una época en la corte de Felipe IV por esas fechas.
Otros títulos que recogen tonos son Romances y letras a tres voces, Tonos Castellanos, Libro segundo de tonos y villancicos y el que nos ocupa, que lleva el escueto título Libro de Tonos Humanos.
El Libro de Tonos Humanos es una de las obras más extensas del género, también es una colección tardía y además está relacionada con dos de las grandes instituciones de la época de los Austrias, la Corte y el convento del Carmen Calzado.
De alguna forma, estos factores elevan su interés sobre otras recopilaciones de tonos.
El libro en cuestión es un volumen compuesto por 262 folios encuadernados en pergamino, que lleva dos fechas, el 3 de septiembre de 1655 y el 3 de febrero de 1656. Se conoce que el autor continuó añadiendo tonos a la edición una vez cerrada.
El copista que figura como autor de la obra es fray Diego Pizarro, que se supone que fue miembro del convento del Carmen Calzado de Madrid.
Esto lleva a suponer que el libro fue copiado en dicha institución religiosa y, de hecho, de acuerdo con Alejandro Vera Aguilera (Polifonía profana en la corte de Felipe IV y el convento del Carmen de madrid: el Libro de Tonos Humanos (1656), Revista de Musicología, 2002), el escudo de la orden carmelitana aparece en la portada del manuscrito.
Por supuesto, lo primero que nos llega a la cabeza es por qué una institución religiosa edita un libro de música profana (y que en su mayor parte trata sobre el amor y el desamor entre hombres y mujeres).
Lo cierto es que no existía en el siglo XVII una separación tan grande entre cantares religiosos y profanos y, en concreto, parte de la poesía religiosa se nutría de canciones populares.
Andrés Lorente explica en su libro El por qué de la música (1672) -siguiendo esta línea argumental- cómo surgían con frecuencia villancicos religiosos a partir de cantos laicos:
“Adviértase que a veces se da una tonada con letra, o sin ella, la cual sirve de tema, para hacer sobre ella el villancico: lo que se hace en tal caso es tomar las fugas, o pasos de ella misma.”
De todas las piezas presentes en la obra, solamente la tercera parte tienen autor conocido.
Los compositores de la época que figuran en el Libro de Tonos Humanos son los siguientes:
- Manuel Correa, con 28 tonos.
- Bernardo Murillo, con 16 tonos.
- Manuel Machado, con 11 tonos.
- Carlos Patino, con 6 tonos.
- Mateo Romero [Maestro Capitán], con 3 tonos.
- Filipe da Cruz, 2 tonos.
Y representados solamente con un tono en la colección aparecen:
- Nicolás Borly
- Francisco Navarro
- Antonio de Viera
De estos nombres, hay que destacar que fray Bernardo Murillo vivió en el convento entre 1642 y 1656 y que fue secretario del mismo entre los años 1649 y 1651.
El compositor más representado de la colección con 29 piezas es fray Manuel Correa, que también vivió en la institución antes de partir para Sigüenza en 1648.
Todo parece indicar que este cancionero de música profana era interpretado dentro de los muros del Carmen, lo que refuerza la tesis anteriormente expresada de que no existían grandes barreras entre la música laica y la religiosa.
Sobre la estructura poética de las composiciones, el cancionero contiene en su mayor parte romances con estribillo y en cambio no incluye romances simples, como otras recopilaciones anteriores. Además, incluye dieciséis letrillas en las que el estribillo va intercalado, a diferencia de los romances, que lo llevan al final.
La autoría de los poemas que sirven de base a los tonos incluyen a figuras como Antonio Hurtado de Mendoza -favorito del conde-duque de Olivares-, don Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache, Manuel de León Marchante, Alonso de Zárate y la Hoz y Martín Rodríguez de Ledesma y Guzmán.
Sobre el contexto político en el que surgió el Libro de Tonos Humanos, resultan esclarecedoras las notas introductorias de la edición de la obra de Mariano Lambea, editada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 2000.
Expone este texto cómo el conde-duque de Olivares envuelve a Felipe IV en una frenética actividad artística, intentado que su corte “rezumara esplendor artístico por los cuatro puntos cardinales”.
La propaganda política presentaba al monarca como el sol, un rey planeta como “personaje central en una corte deslumbrante, que dispensaba luz y favores”.
Los poetas y artistas cortesanos adoptaron enseguida esta visión del monarca y la incluyeron en sus textos e iconografías.
En este escenario, Olivares ejerce actividades de mecenazgo para atraerse a lo más granado de las artes a la corte de Felipe.
De alguna forma, este fomento del esplendor cultural era una cortina para ocultar en declive militar y político de un estado en franca decadencia.
El cronista Tomás Tamayo de Vargas, citado por el historiador británico John Elliott (El Conde Duque de Olivares, 1986), lo expresa gráficamente en 1629: «España, aunque como impedida del exercicio de las armas, acudió tarde al de las Letras, ha hecho en poco tiempo tales progresos en él, que se duda si aventaja al primero, no quedando por inferior a nación alguna en uno y en otro”.
Como escribe Lambea, este impulso artístico y de protección e impulso de las artes es lo que justifica en última instancia la creación en la época de obras como este Libro de Tonos Humanos.
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