I Solisti Veneti en Madrid: cuando la veteranía es un grado

I Solisti Veneti en Madrid: cuando la veteranía es un grado

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El pasado martes 26 de noviembre pudimos asistir en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional a la actuación que ofreció la mítica agrupación de música barroca I Solisti Veneti. Se trata de uno de los ensembles más longevos de Europa dado que ahora cumple sesenta y cinco años -fue fundado en 1959 por el compositor y director italiano Claudio Scimone-, y tiene sobre sus espaldas varios miles de conciertos,  además de más de trescientas grabaciones de estudio. Por todo ello, su presencia en la escena madrileña supone una apuesta segura de virtuosismo y calidad.

En la actualidad dirige la formación el milanés Giuliano Carella, quien sustituyó a Scimone tras su fallecimiento en 2019, y ha mantenido encendida la llama que ha garantizado todos estos años la excelencia del proyecto. La experiencia de Carella dirigiendo orquestas en algunos de los escenarios más emblemáticos del mundo -la Wiener Staatsoper, la Ópera de París, el Gran Teatro del Liceu de Barcelona o el histórico Teatro Bolshoi de Moscú, entre otros- avalan su destreza y versatilidad en la dirección.

El programa que trajo a Madrid I Solisti Veneti resultó gratamente variado, pues combinaba piezas meramente instrumentales con arias y recitativos de ópera, y, por otro lado, ofreció dos intermedios operísticos del siglo XIX entre una serie de números puramente barrocos, creando un contraste interesante entre ambos tipos de sonidos.

La parte instrumental de la programación se abrió con un concerto grosso de Arcangelo Corelli, en concreto, el número cuatro de la Op. 6, perteneciente a una serie de doce piezas que constituyen el primer ejemplo conocido de este formato musical que es precursor del concierto barroco. Otro de los grandes momentos de la velada fue la ejecución del archiconocido Concierto en Re menor para oboe de Tomaso Albinoni, que sirvió de plataforma para el lucimiento del solista Paolo Grazia, primer oboe y oboe solista de I Solisti Veneti, y un intérprete que ha cosechado numerosos galardones, como el Primer Premio en el Concurso Internacional de Oboe de Tokio o el Segundo Premio en el Concurso Internacional de Múnich. La primer parte del recital fue clausurada con uno de los Concerti a quattro de Baldassare Galuppi, una serie de obras innovadoras que constituyen el antecedente del cuarteto de cuerdas clásico. A pesar del valor indiscutible de su música instrumental, Galuppi es mayormente recordado por su música escénica, dado que fue el sexto compositor de óperas más prolífico de la historia pues compuso hasta 109 de ellas. El último concierto barroco de la tarde lo pudimos escuchar en la segunda parte, y fue el Concierto en Do menor para oboe de Alessandro Marcello.

Para la parte operística del recital, I Solisti Veneti contó con la voz de contralto Sonia Prina, una de las figuras internacionales más destacadas del repertorio barroco, especialmente en las obras de Händel y Vivaldi. Precisamente estos dos compositores fueron los protagonistas en el programa, pues, en la primera parte,  Prina interpretó recitativos y arias de la ópera de Händel Siroe, rey de Persia, estrenada en 1728, y del oratorio Semele de 1744. Por su parte, la segunda parte de la actuación incluyó dos piezas de Antonio Vivaldi, en concreto, una de la ópera Bajazet y otra del pasticcio-serenata Andromeda Liberata.

Como hemos adelantado más arriba, la segunda parte se abrió con dos piezas instrumentales más modernas en abierto contraste con el resto del repertorio barroco: el intermezzo de Manon Lescaut de Giacomo Puccini y el intermezzo de Cavalleria rusticana de Pietro Mascagni. Este año se cumplen los 100 y 65 aniversario del fallecimiento de Puccini y Mascagni, por lo que su inclusión en el programa fue un sentido homenaje a ambos.

Giuliano Carella regaló al público hasta tres números fuera de programa y cerró la actuación con la siempre emocionante Meditación de la ópera Thaïs de Jules Massenet, que fue magistralmente interpretada por el violinista Lucio Degani como solista. Un broche de oro que puso al público en pie.

 

 

 

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