La música no entiende de edades
La decana de los organistas del Estado, Montserrat Torrent ironiza lo «grotesco» que es imaginar que va camino de los 91 años.
Disciplinada como un reloj, se levanta a las 5.30 horas y durante dos horas ensaya en silencio.
Un silencio aparente porque pese a que el motor del órgano está apagado, «escucha» cada nota con mayor nitidez que cuando a las ocho de la mañana enciende el instrumento y su audífono.
Está prácticamente sorda desde que en un viaje a Estocolmo para ofrecer un concierto se perforó el tímpano.
Sin embargo, eso no ha sido un impedimento para seguir tocando.
«La música me mantiene viva», asegura.
Esta tarde, a las ocho y media, será la encargada de inaugurar el recién restaurado órgano de la basílica de Santa María en Durango.
No ha dudado en hacer las maletas y recorrer más de 600 kilómetros para estrenar el nuevo sonido del órgano retocado por Fedérico Acitores, que una hora antes del concierto ofrecerá una charla sobre los trabajos realizados.
Se ha cambiado la pedalera curva por una recta, se ha afinado el sonido y se ha incorporado un sistema de memoria y cambiador eléctrico con el que se mejora la calidad de la interpretación y se facilita el trabajo a los músicos que se veían obligados a tener que parar para cambiar de registro. «He gozado de la restauración», apuntaba la catalana ayer tras su primer ensayo.
No obstante, insiste en que el órgano solo se puede entender en su contexto. «La música, la acústica de un templo, el retablo de Santa María… todo te eleva y ensimisma, por eso no concibo esta música en sala».
«Rehabilitar mi honor»
En la quinta ocasión que acude a Durango se ha propuesto quitarse la espinita clavada del pasado año tras un concierto en el que asegura no haber tocado bien.
«Tengo que rehabilitar mi honor», bromeaba.
Y es que asegura, el sentido del humor y la ironía son claves para una vida larga y placentera, sobretodo si se tienen problemas auditivos
«Me enfado mucho con los que no me entienden porque hago un gran esfuerzo para que haya comunicación» asegura.
Desde que comenzó a perder el oído hace ya dos décadas, la música se ha convertido en su nexo con el mundo. «Tocando puedo decir todo lo que quiero», asegura.
Para el concierto de esta tarde ha preparado un repertorio variado con música religiosa y profana.
No podía faltar su compositor de cabecera, Bach.
Monserrat se había formado en el piano, primero bajo la dirección de su madre, que fue alumna de Enrique Granados, y luego en la prestigiosa Academia Marshall y en el Conservatorio Superior de Música de Barcelona tras la Guerra Civil.
Llegó al órgano por casualidad, con el único propósito de poder ensayar en su villa de veraneo.
Pero Bach y una de sus corales se cruzó en su teclado, la cautivó y «se dejó arrastrar. No podía ni imaginar la riqueza de sonidos». Su talento musical hizo el resto y comenzaron a llegar los premios.
Después de toda una vida dedicada al órgano asegura que el instrumento ha evolucionado de manera muy positiva.
«Cuando empecé faltaba seriedad, se tocaba muy rápido y no se entendía nada, ahora hay grandes profesionales», insiste.
Escrito por MANUELA DÍAZ | DURANGO
He tenido el privilegio de ser uno de sus tantos alumnos, y aún crece mi admiración por tan excelsa música profesional concertista y mujer que anima a todo el que se cruza en su camino.