«Trabajo en una sastrería de la música»
Si el Luthier Matías Crom Molinari pudiera organizar la fiesta de sus sueños, sus preferencias serían bastante diferentes a las de cualquier treintañero como él.
La barra de tragos no ofrecería ni vino ni fernet, sino unos generosos vasos de hidromiel.
La vestimenta de moda serían las armaduras de metal y en vez de disc-jockey habría laúdes –un instrumento de cuerda pulsada con origen en la Edad Media– para que todos los invitados participen de operetas improvisadas.
Sin embargo, no se trata de una fantasía de este luthier especializado en instrumentos barrocos, sino de un proyecto que tiene junto con los otros 100 miembros de la Asociación Argentina de Laúdes.
“No es solamente la música de esa época lo que me gusta, cuando hago un instrumento lo que más disfruto es transportarme al momento en el que se hizo. Mientras tallo el mango de una viola da gamba inglesa siento que estoy en un castillo en el 1700″, explica.
–Qué tienen de particulares los instrumentos barrocos?
–En el siglo XVI, con la aparición del italiano Antonio Stradivari se llegó al pico máximo de la luthería en la historia.
Después no hubo más evolución, el Messi de la laudería vivió en el 1700.
A partir de ese momento, el trabajo fue reproducir lo que hizo él y los que estuvieron antes que él.
–¿Se utilizan los instrumentos antiguos en la música actual?
–Estos instrumentos están hechos para músicos que se dedican a la música barroca y renacentista y lo quieren hacer con instrumentos originales.
La mayoría de los conciertos que escuchamos en el Colón, los de Bach por ejemplo, están tocados con instrumentos modernos.
La versión original de esas orquestaciones era completamente diferente.
Principalmente porque los instrumentos de cuerda estaban hechos con cuerdas producidas a partir de intestinos de los animales.
–¿Busca ese nivel de fidelidad en sus reproducciones?
–Yo soy un luthier historicista.
Intento hacer réplicas de los instrumentos originales tal cual eran. No busco una evolución porque después del siglo XVII nada mejoró. Yo me dedico a la mejor época de la luthería.
Compro los tablones de madera europea para que la réplica sea fiel.
La cola para pegar la madera la hago a partir de cartílago molido y para hacer las cuerdas compro las tripas en la carnicería.
Me interesa ser el responsable total del sonido del instrumento.
–¿Cómo es el proceso de construcción?
–Primero hay que ir a los museos que tienen los instrumentos originales y sus planos.
Esto no te explica cómo construirlo, ni cómo fueron las técnicas originales, es únicamente un dibujo.
Después hay que sumarle unas buenas y finas técnicas de carpintería que se adquieren con años de oficio y dedicación.
Es una combinación de ebanistería, ingeniería y un gran gusto por la historia musical.
–¿Hay una luthería revisionista?
–Los luthiers historicistas aparecieron en los años setenta y ochenta.
Los músicos se habían cansado de las obras clásicas y quisieron volver a los sonidos barrocos, entonces necesitaban otros instrumentos.
Los luthiers de esa época pensaban que los desarrollos tecnológicos sobre las guitarras eran mejores que los laúdes originales y por eso hacían un híbrido entre ambos instrumentos.
Allí aparecieron los que decidieron dedicarse a reproducir laúdes y violas da gamba tradicionales.
Es decir, es muy reciente la recuperación de la luthería que se refiere a los planos y aprende de los maestros.
Por supuesto los músicos reconocieron esa mejora.
Sting, por nombrar un artista conocido, usó un Liuto Atiorbato en sus dos últimos discos.
–¿Acepta trabajos que no sean necesariamente de la época barroca?
–Mi interés principal es la reproducción de piezas originales, no la restauración y la reparación.
Siempre los clientes quieren cosas especiales, es como trabajar en una sastrería de la música.
–¿En la Argentina hay artistas populares que utilicen instrumentos barrocos?
–No todavía.
A mí me gustaría que algún músico del palo popular retomara estos instrumentos, porque el barroco era popular.
No es como la música clásica, que requería mucho estudio.
Los laúdes eran lo que la guitarra criolla es hoy.
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