La flautista del cuadro
Adriana: Her Portrait, Her Life, Her Music
Erik Bosgraaf y Ensemble Cordevento
Brilliant Classics
La narrativa -el storytelling que dicen los anglosajones- es muy importante.
No hay nada mejor que una buena historia, y el disco que traemos hoy la tiene detrás.
La estampa misteriosa y atractiva de una joven que aparece retratada en una pintura holandesa del siglo XVII y la dedicatoria en un libro de música conducen, como si de una intriga detectivesca se tratara, hacia la figura de la flautista Adriana vanden Bergh, una brillante intérprete celebrada en su época por la sociedad de Amsterdam, que resultó injustamente olvidada por la posteridad. Adriana: Her Portrait, Her Life, Her Music es un libro y un disco.
El primero contiene en sus páginas el resultado de la investigación llevada a cabo por el historiador Thiemo Wind para reconstruir la vida y el arte de tan singular mujer; el segundo es una recopilación de la música que pudo haber interpretado Adriana, seleccionada y grabada por el flautista Erik Bosgraaf junto con Ensemble Cordevento.
Comencemos la historia por el principio.
En 2006 el musicólogo Thiemo Wind presentó su tesis doctoral tras quince años de investigación dedicada al repertorio holandés solista para flauta dulce en la Edad de Oro.
Como él mismo reconoce, en las 698 páginas de la obra pocas preguntas quedaban sin respuesta, pero había una que le obsesionaba especialmente: la identidad de Adriana vanden Bergh.
Wind había llegado a este nombre a través de una de las principales colecciones de música para flauta del momento, Der Fluyten Lust-hof (El jardín de las delicias de la flauta), una obra de Jacob van Eyck compuesta por doce volúmenes de música para este instrumento.
El libro fue publicado en Amsterdam por Paulus Matthijsz, y tuvo varias ediciones.
En una de ellas, fechada en 1644, Matthijsz incluye una dedicatoria que contiene un poema de cuatro versos, en la que identifica a una tal Adriana vanden Bergh con Euterpe, la Musa de Música, y se maravilla de que una chica tan joven lleve los laureles del Parnaso.
Podemos estar seguros de que se trataba de una flautista extraordinaria para recibir tales elogios.
El siguiente paso de Thiemo Wind consistió en consultar las actas notariales de mediados del siglo XVII, y en ellas descubre el testamento de Jan vanden Berch, tío de nuestra protagonista; de aquí consigue asociar a la mujer anónima que aparece en el cuadro de Jacob Adriaensz Backer Retrato de una mujer como la musa Euterpe (1650) con Adriana.
El retrato presenta a una joven, casi una niña (Adriana debía tener unos trece años cuando fue pintado), acompañada de tres flautas dulces.
Parece que nuestra heroína ya tenía cara.
Poco a poco, Wind pudo reconstruir la vida de Adriana, que fue bastante desgraciada, empezando porque se casó con la persona equivocada.
Sus padres tenían que acudir al notario en todo momento porque no se podía confiar en su marido, el comerciante Jan Verstegen.
Éste sembró discordia en la familia y demostró claramente que lo que realmente perseguía era el capital de su rico suegro, el abogado Gerard vanden Bergh.
En un momento, Adriana incluso fue desheredada por su padre.
No hay indicios de que el talento musical de Adriana se haya desarrollado más allá de su adolescencia.
Durante los primeros años de su matrimonio, su principal preocupación fue quedar embarazada y tener hijos, seis en cinco años y dos meses.
En 1658 su marido llevó el patrimonio familiar a la quiebra.
La parte musical de esta iniciativa es una selección de piezas que podría haber tocado Adriana vanden Bergh en su momento.
Para ello, Erik Bosgraaf ha seleccionado hasta 31 temas, incluyendo compositores italianos y holandeses.
Gracias a la dedicatoria del editor Paulus Matthijsz, sabemos que Adriana interpretaba sonatas a trío de Marco Uccellini, Tarquinio Merula y Giovanni Battista Buonamente, mientras que en el retrato de Backer aparece una edición de obras del violinista Salamona Rossi.
Además de estos cuatro nombres, el disco se completa con composiciones de los autores holandeses del momento, como Jacob Van Eyck, Paulus Matthijsz, Cornelis Jansz Helmbreecker, Johann Schop, Pieter de Vois, Constantijn Huygens, Nicolaes a Kempis, Cornelis Thymanszoon Padbrué, Christiaen Herwich y Jan Pieterszoon Sweelinck.
Estamos ante la apasionante historia de una búsqueda en el tiempo, que tiene como resultado una magnífica representación del talento que hubo desplegado en el siglo XVII en torno al discreto encanto de la flauta dulce barroca.
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