Pero ¿somos distintos por ser músicos?

Pero ¿somos distintos por ser músicos?

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Pues sí, bastante, y por el hecho de ejercer esta profesión, por ser músicos, aunque esto no es una circunstancia exclusiva de los músicos.

El desarrollo de una actividad genera actitudes y cualidades propias en las personas que lo llevan a cabo, así, también podemos afirmar que otros profesionales son distintos a los demás; los bomberos, médicos, o asistentes sociales son distintos entre ellos por el desarrollo de sus cometidos.

Así, si realizamos estudios comparativos entre músicos y no músicos, podemos descubrir aquello que diferencia a unos y otros y, por lo tanto, las características que más se asemejan entre los que participan de la misma profesión.

De entre las particularidades, vamos a resaltar aquellas que pueden dificultar el objetivo que nos planteamos en el título del libro, el de poder ser felices siendo músicos.

De ellas destacan el individualismo, la competitividad, el pensamiento dicotómico, la crítica-autocrítica y el divismo.

EL INDIVIDUALISMO

El músico suele ser muy individualista sea cual sea la labor que desempeñe. Bien como profesor de música o como integrante de una orquesta, no existen diferencias en este aspecto: el halo de la individualidad planea sobre todos ellos.

No se pretende decir con esto que sean seres solitarios y aislados, y que se deriven de ello problemas sociales y personales, sino que la relación que se tiene con el instrumento es tal que se forma un ‘todo uno’ entre los dos.

LA COMPETITIVIDAD

Existe un fuerte sentimiento de competitividad entre los músicos, entre ellos se perciben simultáneamente como colegas y como rivales.

Por muy buenas relaciones que se lleven entre colegas, es difícil olvidar que van a ser ‘competidores’ en las próximas oposiciones que concurran para conseguir una plaza, un puesto de trabajo.

Pero aunque ya se tenga el trabajo, entre profesionales ocurre lo mismo, existe un afán de progresar, avanzar que, en principio, es muy positivo, si no se viera condicionado por la necesidad que surge, ocasionalmente, de ‘hacerlo ver’ a los demás, de dejar constancia de lo alcanzado.

Y no sólo entre colegas, sino que también se compite con uno mismo, incluso como se ha comentado ya, en los estudios solitarios de casa aparece una exigencia de hacerlo bien que suele resultar excesiva.

EL PENSAMIENTO DICOTÓMICO

Una de las ideas irracionales que más pronto aparece en los estudiantes de música, y que luego va a continuar existiendo en el músico, es el pensamiento dicotómico; esto es, el ver una parte de la realidad en dos extremos: o blanco o negro, o el concierto ha salido bien o mal, o soy buen músico o malo.

Este tipo de pensamiento provoca que la persona sea incapaz de advertir y darse cuenta de los matices, del continuo que existe entre dos extremos, en definitiva, de relativizar cualquier situación.

Es muy frecuente que aparezca cuando se evalúa un concierto o audición que se ha concluido, o ante el futuro profesional que se espera.

La mayoría de las veces el pensamiento irracional se puede detectar; podemos ser conscientes de su existencia, pues es el modo en el que pensamos o incluso hablamos, pero en otras ocasiones no ocurre esto y el pensamiento no aparece, aunque exista y esté causando padecimiento.

LA CRÍTICA Y LA AUTOCRÍTICA

Algunas de las características que se están nombrando se solapan entre ellas, como por ejemplo ésta; los músicos son muy críticos con todo lo relacionado con su quehacer.

En la mayoría de las ocasiones no son críticas que se realizan negativamente sin más, pero es muy frecuente que un músico oyente, cuando forma parte de la audiencia esté más pendiente de detectar el posible error, de cómo lo hace su colega (bien o mal) que de disfrutar del concierto dejándose llevar y olvidando esa evaluación constante que siempre se activa ante cualquier interpretación.

También este proceso se vuelve hacia ellos mismos a través de la autocrítica, que va más allá de una evaluación necesaria para progresar y mejorar en los estudios, y se vuelve, en ocasiones, un aspecto casi obsesivo, no tolerando el cometer errores incluso en ensayos individuales y privados.

EL DIVISMO

Si las anteriores facetas son fácilmente detectables en uno mismo, seguramente esta característica no lo sea tanto. Será más fácil que pueda ser percibida por otras personas cercanas al músico.

Es frecuente observar conductas extravagantes en famosos y famosas del mundo del arte, del espectáculo o del escenario.

No escapan a estos comportamientos algo excéntricos algunos músicos prestigiosos, pero el divismo al que se hace aquí referencia no es tanto el que pueda estar en la base de estas conductas sino más bien el que refleja una actitud de sentirse especial, de alguna manera superior por interpretar o tener un puesto de trabajo en esta o aquella orquesta.

Tampoco está distribuida por igual esta faceta, por ejemplo, posiblemente la veamos más en directores de orquestas que en profesores de percusión o de instrumentos tradicionales.

¿ENTRE NOSOTROS SOMOS DISTINTOS?

Cuando hablamos de ser igual o ser distintos no nos referimos a serlo en la totalidad de la persona sino a algunas reacciones propias que los hombres y mujeres tenemos cuando nos enfrentamos a las vicisitudes de la vida, al modo a cómo nos comportamos ante las circunstancias que nos acontecen en nuestro día a día.

No todos los músicos son iguales por el hecho de compartir unos mismos estudios y una misma profesión, existe un factor determinante que va a diferenciar de manera significativa a los músicos, mejor dicho, a la manera que tienen de mostrarse ante los demás, no es el lugar de nacimiento, ni el clima, ni los estudios realizados, ni siquiera el compartir el mismo trabajo; el factor que determina la diferencia es el tipo de instrumento.

De todas las características que podríamos traer a colación para distinguir unos instrumentistas de otros, hay una predominante y que además suele ser perceptible por cualquier persona: el continuo entre extraversión – introversión.

Sin entrar en consideraciones técnicas podríamos entender que una persona extravertida es aquella que muestra en su carácter una manera de comportarse con los demás que solemos describir como ‘abierta’, que posee habilidades sociales para comunicarse con sus conocidos, que sabe expresar sus sentimientos y comunicar a los demás cualquier opinión.

Por el contrario, podemos entender por una persona introvertida aquella que se muestra reservada a la hora de relacionarse con los demás, sobre todo en situaciones donde hay que expresar sentimientos propios.

Las personas con una conducta introvertida suelen mostrarse incómodas en las relaciones sociales, sobre todo cuando son o pueden ser centro de atención.

Uno de los círculos cerrados de los que participan hace referencia precisamente a las relaciones sociales: como no las suelen ejercer, no practican hábitos propios de estas situaciones (saludar, iniciar una conversación, expresar un agradecimiento o una opinión contraria, aceptar una crítica, etc.); al no practicarlos, cuando se ven en la tesitura e intentan interactuar con los demás muestran un comportamiento que les parece algo extraño y esto les incomoda.

Esta sensación molesta provoca en muchas ocasiones que realmente se muestren de una manera nerviosa, cuestión que provocará un malestar suficiente como para intentar evitar la próxima situación parecida. Y el proceso vuelve a empezar.

En muchas ocasiones, las investigaciones en psicología o sociología vienen a corroborar lo que percibimos en el día a día y éste es un buen ejemplo.

Existen algunos estudios realizados entre músicos que revelan donde están los músicos en este continuo de introversión – extraversión según sus instrumentos, pero como indico la mejor manera de conocer esta realidad es el contacto con ellos y observar algunas de las características que estamos describiendo.

Los intérpretes más extravertidos son los trompetistas, seguidos por todos los intérpretes de metal o viento, les siguen de cerca los percusionistas, después las cuerdas ya en el lado de la introversión, hasta llegar a violines, pero más hacia el extremo aún, en el punto opuesto, se encuentran los guitarristas, son éstos los intérpretes más introvertidos.

Aunque existe todavía una labor profesional, no instrumental, relacionada con la música que se encuentra en el extremo de introversión: los compositores.

Pero como se indicaba, aparte de los resultados de algún estudio, es el contacto con ellos el que ofrece la prueba más evidente de esta realidad.

Por supuesto que podemos encontrar a guitarristas extravertidos y tímidos trompetistas (conozco varios casos de uno y otro ejemplo), aunque es mucho más frecuente lo contrario.

En cuanto a cuál es la mejor característica, dónde es mejor encontrarse en el continuo de extraversión – introversión no son preferibles unas maneras sobre otras, siempre que no estemos en el final de alguno de los extremos y ello desemboque en tener algún comportamiento desadaptativo o problemático, de timidez extrema con verdaderas dificultades para relacionarse con los demás o, por el contrario, mostrarse desvergonzado o impertinente en las relaciones sociales.

También hay que señalar que esta diferencia apunta solamente a una característica personal de las numerosas maneras de comportarse que poseemos, y que esta diferenciación viene causada, tamizada por el hecho de tocar uno u otro instrumento.

Por supuesto que existen más motivos aparte de los musicales que influyen en el modo de ser de una persona, los derivados de la educación que se ha obtenido a lo largo de la vida, del aprendizaje, de la cultura que se adquiere en el ámbito familiar y social, etc.

Hay también una distinción entre músicos según su instrumento que es muy chocante, no es tan perceptible como la anterior, pero se manifiesta esporádicamente en actitudes curiosas.

Esta diferenciación se basa en la percepción de una jerarquía según el instrumento, es como si existieran distintas castas o clases sociales: aristocracia, nobleza, plebe y proletariado.

«Los pianistas nos ven como si fuésemos inferiores» es una frase que oigo en distintos ámbitos musicales y es uno de los pequeños ejemplos que pueden ilustrar esta circunstancia.

Y no sólo los pianistas, existen unos cuantos instrumentos que parecen de la aristocracia musical y otros, de la plebe.

Evidentemente hay razones para que esto ocurra, no es más que el resultado del desarrollo histórico de cada instrumento y su proceso evolutivo en relación al contexto social.

Aquellos primeros instrumentos que se utilizaban en salones de reyes y aristócratas donde las audiciones tenían una repercusión social y de estatus importante y, por otra, parte los instrumentos utilizados por el pueblo, el proletariado en calles y tabernas.

Lo sorprendente es que en el día de hoy todavía se manifieste esta peculiaridad.

Escrito por Guillermo Dalia Cirujeda, Licenciado por la facultad de Psicología de la Universidad de Valencia (España). Especialista en Psicología Clínica. Psicólogo especializado en la interpretación musical.

Atiende a multitud de músicos en todos aquellos problemas más comunes de la interpretación artística en su despacho de Valencia www.daliapozo.es, y ha publicado varios libros, entre los que destacan Cómo superar la ansiedad escénica en músicos y Cómo ser feliz si eres músico o tienes uno cerca, galardonados por los Premios Euterpe.
www.guillermodalia.com

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