Un compositor afortunado
La historia de la música está llena de grandes desaparecidos.
Compositores que triunfaron en su día, eran enviados al olvido por los que venían detrás y traían nuevas formas y nuevas modas, con algunas rarísimas excepciones.
La de Georg Friedrich Händel, por ejemplo, y aun habría que añadir que solo resistió al paso del tiempo una parte pequeña de su inmenso catálogo.
La gran operación de recuperación de música antigua nos ha devuelto a grandes compositores.
Seguir triunfando después de muerto aunque hayan tenido que pasar por un limbo de un par o más de siglos es haber hecho fortuna.
Y algunos la han hecho doblemente al conseguir entrar en el calendario musical y poder volver a los lugares donde nacieron sus obras.
Este es el caso de Baldassare Galuppi (1706-1785), nacido en la isla de Burano y muerto en Venecia después de haber recalado en Viena, Berlín, Londres (donde rivalizó con Händel) y San Petersburgo.
Apagada la fama de Antonio Vivaldi, fallecido en 1741, Galuppi recogió la antorcha de la música veneciana.
Su catálogo es extensísimo, con más de cien cantatas, 27 oratorios, numerosas piezas varias y, lo que le dio mayor fama, más de cien óperas para las que contó con los mejores libretistas, nada más y nada menos que con Carlo Goldoni y Metastasio.
Charles Burney, el gran viajero musical, conoció a Galuppi en Venecia en 1770 y en su célebre crónica ‘Viaje musical por Francia e Italia en el s. XVIII’ (Acantilado) lo describe como «el más brillante de los músicos de Venecia y tanto es así que bien puede decirse que es un gigante entre enanos».
Y unas líneas más adelante, Burney escribe:
…es uno de los pocos y originales genios que todavía perviven como legado de la mejor escuela italiana.
Sus composiciones siempre están llenas de inventiva y naturalidad, porque cuenta con la virtud de aunar las cualidades de un contrapuntista y las de un amante de la poesía.
Eso puede verse en las partituras escritas a varias voces, pero también en el trazo melódico que va acompañado de palabras, de manera que su música se corresponde siempre con el texto, sin traicionarlo, y a menudo mejora su ideal.»
Desde hace 20 años, entre septiembre y octubre, la música de Galuppi se produce en los lugares de la laguna veneciana donde el compositor vivió y trabajó, como la iglesia de San Lazzaro dei Mendicanti, la basílica de Santa Maria Gloriosa dei Frari, el claustro de la isla de San Servolo, la Scuola Grande di San Rocco o en la sala Apolinee del Teatro La Fenice aunque este es un lugar que el maestro no conoció ya que fue abierto pocos años después de su muerte.
El Festival Galuppi presenta no solo música del compositor de Burano.
Mediante varias secciones la sitúa en un contexto musical variado que puede ir desde Hassler o Monteverdi hasta Morten Lauridsen con su ‘O Nata Lux’, pasando por sus coetáneos como Händel o Carl Philipp Emanuel Bach.
El 9 de octubre el festival se detenía en la mencionada sala de La Fenice donde el contratenor Angelo Manzotti acompañado de la Accademia dei Solinghi ofreció un programa bajo el título ‘Amor sacro e amor profano’ con obras de Leonardo Leo, Ignaz von Biber, Giovanni Sances, Nicola Porpora, Riccardo Broschi, Händel y, naturalmente, Galuppi, de quien se interpretó la ‘Sonata para clave en re menor’.
Galuppi es un compositor afortunado.
Tiene quien le defienda y difunda más de 200 años después de su muerte lo que me lleva a pensar, por ejemplo, en lo poco afortunado que ha sido en su casa, que es la nuestra, otro coetáneo del de Burano.
Domènec Terradellas (1713-1751) paseó su obra por las grandes ciudades europeas.
Como tantos cayó en el olvido o casi.
Demasiado distraídos con los fastos del 300º aniversario de la caída de Barcelona un 11 de septiembre, el tricentenario del nacimiento de Terradelles, en el barrio del Born precisamente, pasó desapercibido.
Escrito por ROSA MASSAGUÉ | Elperiodico.com
Recordando a «Il Buranello» https://www.facebook.com/photo.php?fbid=1739508900914&set=a.1739508500904.89845.1634421342&type=3&theater
Cuando esto pasa en nuestra Cataluña, con cierta tradición musical y más cercana a Europa que ninguna otra nacionalidad, ya podemos suponer que será del resto del país. Y, es que, no puede ser, nos encontramos y seguiremos encontrándonos a años luz en lo musical de muchos vecinos nuestros europeos. Todo esto, mientras nuestros políticos no afronten con valentía la formación musical de nuestro país. Me gustaría no ser escéptico pero la realidad es la que es, hace falta en este terreno de la música mucha humildad y menos fanfarronería. Música ya, desde las guarderías a las universidades!
De acuerdo con tu comentario —salvo la más que discutible, primera frase.