El cantar profundo del cordófono gigante de dos cabezas
Dentro del variado abanico de los instrumentos asociados a la música antigua que ya no se utilizan en la moderna, destaca por lo pintoresco de su aspecto la tiorba, que para entendernos es como un laúd “tuneado” con un mástil extralargo o doble y dos clavijeros.
El término tiorba procede del latín y da nombre al instrumento en italiano y español, mientras que en inglés se designa como theorbo.
Su origen se remonta a la Florencia de finales del siglo XVI, momento en el que se crea con el fin de acompañar el canto de la voz.
La idea consistió en crear un cordófono de gran tamaño con una serie de bordones largos que reforzasen la sonoridad de instrumentos como el laúd, del que es primo hermano.
De esta forma, una de las versiones más comunes de la tiorba consta de seis órdenes, o pares de cuerdas que se pisan, más ocho adicionales, el doble de largas que las primeras y afinadas en el clavijero de arriba, que bajan paralelas al mástil y se tocan al aire.
Como se puede imaginar, con semejante diseño la tiorba tiene un sonido bastante potente, especialmente en el registro de los bajos.
Tuvo una relevancia especial como acompañamiento de bajo continuo para todo tipo de música durante el siglo XVII y principios del XVIII, tanto en Italia como en el resto de Europa e incluso en el Nuevo Mundo.
La invención de este ingenio es atribuida por algunas fuentes al laudista Antonio Naldi.
En sus inicios fue conocido también como chitarrone, término derivado del vocablo griego kythara, dado que los humanistas florentinos buscaban recrear el arte clásico heleno de recitar con acompañamiento instrumental.
De esta manera, cogieron el instrumento que mejor conocían, el laúd, y lo fueron adaptando y mejorando en resonancia para alcanzar sus propósitos.
El primerísimo repertorio para tiorba fueron los cantos monódicos italianos de compositores como Caccini o Peri, entre otros, piezas recitativas para una sola voz que el instrumento musicaba.
Asimismo, la tiorba entabló amistad con las primeras óperas, como Eurídice de Peri o el Orfeo de Monteverdi, acompañando a este género durante varias décadas.
De hecho, una parte importante de las óperas italianas de mediados del siglo XVII estaban interpretadas por dos instrumentos de tecla, dos tiorbas y un par de violines.
Resulta entrañable el minimalismo instrumental de las obras de autores como el citado Monteverdi, Francesco Cavalli, Luigi Rossi o Marco Marazzoli, en contraposición con la ópera de la época dorada del género, acompañada por la orquesta al completo.
Además de apoyar con su sonido óperas y canciones barrocas, la tiorba también recibió composiciones instrumentales para ella, donde destacan los libros de solos de Giovanni Girolamo Kapsberger.
Este cordófono de doble mástil se difundió por toda Europa, aunque en los distintos países que lo adoptaron conoció cambios en su estructura y/o diseño.
Por ejemplo, los franceses alteraron la forma de la caja y redujeron el diseño italiano de las tres rosas a una.
El théorbe galo se utilizó para acompañar óperas como las de Lully y música de cámara como la del flautista Michel de la Barre o la del violagambista Marin de Mareis.
En Francia se construyó una tiorba de menor tamaño, el théorbe de pièces, para interpretarlo en solitario en la música instrumental.
Por su parte, los ingleses parece que persiguieron sus propias creaciones en vez de adoptar la solución italiana.
No hay muchas referencias a tiorbas el los anales británicos de la época, aunque theorbo aparece en algunos libros de música de la Restauración.
Parece que allí el papel de la tiorba pudo ser desempeñado por el laúd de dos cabezas de Jacques Gaultier, que conoció una gran popularidad en las islas.
El experto Robert Spencer en su artículo Chitarrone, theorbo and Archlute (1976) identifica toda una gama de instrumentos basados en la filosofía de resonancia de bajos de la tiorba, como el citado laúd bicéfalo de Gaultier, el liuto attiorbato, el arciliuto o el laúd barroco alemán.
Todos ellos se basan en mástiles más cortos que la tiorba y en consecuencia más manejables.
Las cuerdas de bajo más cortas reducen la potencia sonora, pero a lo mejor ésta dejó de importar cuando la tiorba se empezó a proyectar en la música instrumental y se apartó parcialmente de su función de acompañamiento de la voz.
Imágenes: Eduardo Egüez, Alicia y Cristina Arroyo
Belíssimo instrumento tanto na forma quanto na sonoridade…
En efecto, Celiane, aunque un poco excesivo, no? 🙂
Me encantan sus publicaciones.
Muchas gracias, Gustavo, no todo el mundo piensa igual.
Un saludo
Pablo Rodríguez Canfranc
Impresionante. Al pasar de los años, aún estos instrumentos siguen dando que hablar y siguen evocando sus distinguibles y entrañables sonidos.
Me encantó la foto de Eloy, es maravillosa; el instrumento luce hermoso. ¡Felicitaciones!