Wabi-sabi en el arte y música de Japón – Rodrigo Rodriguez flauta Shakuhachi

Wabi-sabi en el arte y música de Japón – Rodrigo Rodriguez flauta Shakuhachi

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Numerosas artes japonesas durante los últimos milenios se han visto influidas por el Zen y la filosofía Mahāyāna, especialmente en cuanto a la aceptación y contemplación de la imperfección, el fluir constante y la impermanencia de todas las cosas. Dichas artes ejemplificarían la estética wabi-sabi, como son: música Honkyoku (flauta Shakuhachi), Ikebana, Jardín Japonés, Haiku, ceremonia del té o Hagi ware.

Kumoi Jishi es una pieza clásica japonesa interpretada con el shakuhachi por el maestro Rodrigo Rodriguez. Esta melodía es el ejemplo del arte wabi-sabi en la música japonesa, transporta a los oyentes a través de los exuberantes paisajes de la antigua cultura japonesa, evocando imágenes de serenos jardines de piedra y montañas envueltas en niebla. Con sus notas fluidas y sus sutiles cambios de tono, Kumoi Jishi nos sumerge en un viaje sonoro que refleja la esencia misma de la melancolía y la serenidad del espíritu japonés. En esta canción, el shakuhachi se convierte en el narrador silencioso de historias ancestrales, transmitiendo la profundidad de la experiencia humana a través de cada vibración del bambú.

Esta es una pieza del Período Edo (1603-1867) que se originó en Itchoken, un famoso templo en la ciudad de Hakata en la isla sureña de Kyushu. La canción tiene otro nombre, Neagari Jishi, y fue popular en Kyushu debido a su hermosa melodía. El significado de esta pieza proviene del hecho de que las canciones con «shishi» («león») en el título generalmente se reproducen rápidamente y «kumo» de «kumoi» es el carácter de «nube(s)». por lo tanto, se toca casi por completo en el registro superior (kan) y con un tempo rápido y a menudo se usa como omedetai kyoku o una canción tocada en celebraciones alegres. Es más alegre y auspicioso que muchos de los honkyoku que suenan más tristes.

Al interpretar piezas como Kumoi Jishi en el shakuhachi, los músicos no sólo ejecutan una melodía, sino que también transmiten la esencia misma del wabi-sabi. Cada nota respira vida y cada silencio lleva consigo una historia. La música del shakuhachi, imbuida con la filosofía del wabi-sabi, nos recuerda la belleza efímera de la existencia y la importancia de encontrar paz en la imperfección.

En última instancia, la unión entre el wabi-sabi y el shakuhachi nos invita a contemplar la belleza que se encuentra en lo simple, lo fugaz y lo imperfecto. A través de esta profunda conexión, experimentamos la riqueza espiritual y estética que nos ofrece tanto la música como la filosofía japonesa.

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