Señor, no me reprendas con ira

Señor, no me reprendas con ira

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Hace poco disfrutábamos de una bella composición de Henry Purcell, que pertenece a la época barroca y hoy vamos a quedarnos en ella, aunque en un periodo anterior de tiempo.

Como comprobarás, la estética es totalmente distinta.

De hecho, procede de uno de los centros de música más impresionantes de Europa que, podemos decir, lo dominó todo en su momento.

De ahí nacieron y crecieron una inmensa calidad de músicos fuera de nuestra órbita, como el de hoy.

Que es, nada menos, que Claudio Monteverdi (1567-1643), compositor italiano nacido en Cremona.

Los cambios de época siempre sin difíciles y en música más, pero si hay un nombre que ejemplifica ese cambio ese es Claudio Monteverdi.

El camino que va desde sus primeros madrigales a sus últimas óperas es tan profundo que casi no hay parangón en toda la historia.

Desde joven mostró un talento precoz para la música y publicó su primera composición con quince años.

Ese talento le permitió ser contratado por el duque de Mantua, sucediendo a Giaches de Wert.

Eso hizo que su nombre fuese conocido en toda Europa y comenzó así una carrera exitosa.

Es en su famoso quinto libro de madrigales donde acuñó dos térmicos que aún hoy son usados: «prima prattica» (la polifonía tradicional sujeta a la expresividad del contrapunto) y «seconda prattica» en la que la música se ponía al servicio del texto y todas sus posibilidades.

En 1607 fue estrenada en Mantua su primera ópera, «L’Orfeo» a las que le siguieron otras muchas siendo pionero también en esto.

Su fama era tan grande que en 1612 fue nombrado maestro de capilla de la Catedral de San Marcos de Venecia.

Allí fue donde Monteverdi se consolidó como el maestro que es y que seguirá siendo sin que haya nadie que le haga sombra.

El genio Monteverdi nos ofrece hoy su motete Domine, ne in furore tuo, SV 298.

Está compuesto a seis voces y fue publicado en 1620.

Se trata de un salmo penitencial lleno de melancolía en el que se suplica a Dios que aleje de nosotros el sufrimiento.

El coro se ve enriquecido por las notas largas de dos voces solistas, mientras el bajo asciende por escalas.

Aparecen bloque se polifonía imitativa e incluso motivos fugados pero nunca se pierde ese ambiente triste y de plegaria que nos rodea desde el principio.

Desde 1614 su obra se iba haciendo cada vez más ligera y que quizá se acomodaba más al estilo veneciano pero esta obra es como un punto de inflexión, sin ese punto de alegría y vitalidad tan característico suyo.

Una prueba de ello es que fue publicada fuera de Venecia.

Sea como fuere, la obra es una auténtica maravilla.

La partitura de la composición puedes conseguirla aquí.

La interpretación es del Ensemble Concerto dirigido por Roberto Gini.

Pepe Gallardo | AeternaChristiMunera

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